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Friday, May 14, 2004

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Tuesday, May 04, 2004

Bueno, acabo de leer lo que escribí el otro día. Siempre me desagrada leer lo que escribo. Pero aquí estoy, escribiendo más. La verdad es que voy fumada. Sí, he fumado. Ya sé que por ahí abajo pone que iba a dejar los porros, pero ahora creo que no los voy a dejar de momento. Últimamente estoy cambiando mucho de pensamiento, de como tomarme la vida y qué hacer con los sentimientos de culpabilidad. Supongo que tiene mucho que ver con el pensar tanto en la muerte y en el después de la muerte. Cada vez estoy más convencida de que, haya lo que haya después de la muerte, a mi no me afecta, porque no seré yo, exactamente yo, la que lo sienta. Y por eso no me consuela mucho el pensar en un paraíso. Un paraíso en el que no estarían la gente que amo. Y si estuvieran, tendrían que estar entonces los que ellos aman, y al final acabaría habiendo gente a la que yo no desearía encontrarme nunca en el paraíso, y entonces eso ya dejaría de ser un paraíso para mí y tal vez para los demás. Y aún más, en el paraíso a mí me gustaría ser jóven, pero supongo que a mi madre también. Pero yo no quiero estar con mi madre de jóven, yo quiero a la madre que yo conozco...y en fin, todo son contradicciones con el concepto de paraíso. Por otra parte está la idea de infierno; el infierno ya es más asequible, pues a todos nos perece más lógico que los malos ardan eternamente por sus pecados. Digamos que tenemos una idea intuitiva de lo que es la justicia, y uno siempre espera que algún día se nivele la balanza, pero... acaso se salvaría una sola persona de la llama eterna? Todos sabemos que no. Hasta el más bueno comete algún pecado gordo en su vida, así es el humano: imperfecto. Y entonces, hemos sido creados para acabar todos en el infierno? Me parece un plan un tanto injusto por parte de nuestro creador. Nos crea imperfectos y pecadores, para luego castigarnos a todos por pecar en el infierno infinito. Y después de pensar en todo esto, te das cuenta de que lo único que sabes de ese Diós es lo que está en tu mente: lo que has oído de otros y lo que tú solito has pensado. Y si el mundo es tan injusto como es, no será que ese Diós pasa de ayudar, y pasa de nosotros, no será que no sabemos absolutamente nada más de él que el hecho de haber creado este universo. No será que a él, tan inmenso como es, nada le importa lo que hagamos nosotros. Al parecer no quiere comunicarse con nosotros, porque siendo Diós, no necesita presentarse de maneras ocultas y secretas, sino que le basta con comunicarse explícitamente. Y es más, así se le entendería mejor que a través de cientos de religiones distintas.
Yo empiezo a pensar que no sabemos nada de él. Que nos encantaría a toda la humanidad saber cualquier cosa de él, y por eso tal vez se hayan creado tantas religiones durante la historia, pero desgraciadamente la vida es así. También nos gustaría saber qué hay después de la muerte, pero por desgracia aún no ha vuelto nadie a contarlo, y también querríamos saber que no estamos solos en este universo y que hay más vida inteligente en algún lugar, pero todo son historias oscuras las de la gente que ha visto extraterrestres. Parece que para lo que no tenemos respuesta, nos inventamos una, o muchas, y las transmitimos de persona en persona. El humano no sabe nada, y nadie me convencerá de lo contrarrio. Él cree y sueña creyendo, y sobrevive creyendo, porque es un poco desolador el paisaje desplumado de la verdad, cuando uno solo se queda con lo que seguro puede tomar por cierto, que es: estoy yo, vivo, aquí, en el universo, el tiempo pasa y no hay manera de pararlo. Y esto sin duda se va a acabar.


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